Pudimos juntar en el Auditorio Maestro Padilla a casi 500 personas para homenajear a mi tío Tani.
Tras más de un año de realización del cortometraje y unos meses de preparación del evento, por fin llegó el gran día.
Todavía no tengo capacidad de agradecer lo suficiente a los que hicieron posible vivir un día tan especial.
Manu Mendez, Miguel Miralles, concejalía de cultura del Ayuntamiento de Almería, a mi familia más cercana y todos y cada uno de los asistentes a la gala.
Mención especial a los que accedieron amablemente a ponerse delante de la cámara para definir a una persona tan especial como Tani.
Todavía no sé cómo ni por qué me decidí a rodar un cortometraje de más de 20 minutos.
Está claro que la vida de Tani merece ser contada, pero no por un ignorante en estas lides como yo.
Aún así, tenía muy claro en mi cabeza lo que quería contar.
Me puse a trabajar y, a base de ensayo-error, fui obteniendo algo similar a lo que siempre me planteé.
Hacer esto prácticamente sin medios, sin experiencia y sin conocimientos era un handicap evidente.
Pero contaba con una pequeña ventaja: he vivido toda mi vida con Tani, así que mi punto de vista también podría ser válido.
Después de incontables horas de trabajo e intentar resumir toda una vida en 21 minutos,
me queda el consuelo de saber que Tani quedó encantado con el resultado. Esa es mi mayor satisfacción.
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Justo ahora hace dos años, en marzo de 2018, me encontraba en un maravilloso viaje a Islandia junto a unos buenos compañeros y amigos fotógrafos, donde pude disfrutar de una experiencia absolutamente única. Era mi segunda visita al país, siete años después de que su belleza despertara en mí la necesidad de reflejar con una cámara lo que yo veía con mis propios ojos. Islandia tuvo la culpa de mi amor por la fotografía. Fueron diez intensos días dedicados íntegramente a la fotografía, y donde además de fotos, intenté captar imágenes para hacer un video/time-lapse con el que honrar tan precioso lugar. Pero, desgraciadamente, tuve que cambiar de homenajeado.
Al poco tiempo de regresar nos comunicaron que, como familia, comenzábamos una durísima e inesperada batalla contra una enfermedad que muy pocas veces ha sido derrotada. Nuestra vida, perfectamente estable, de repente se tambalea, quedando todo lo demás en un segundo plano y donde pones todos tus esfuerzos por sumar, ayudar y servir de apoyo para todos los demás.
Tenemos la suerte de ser una familia muy unida, viéndonos casi todos los días y llevándonos de maravilla. Y gran parte de esa culpa la tiene mi madre. Los niños siempre están deseando ir a casa de la abuelita, porque allí se juntan, se lo pasan en grande y además son premiados, a hurtadillas, con tesoros en forma de chocolatinas.
No le hacía falta. Sus nietos le adoraban igualmente.
Supongo que casi todos dirán de sus difuntos que fueron grandes luchadores. No lo sé. Pero lo que yo he visto estos últimos meses es algo digno de mención. Jamás una queja, jamás una palabra que pudiera preocupar más de la cuenta, siempre con buen talante y buena cara, siempre dando cariño a los demás... Hasta que ya no pudo más. Era imposible aguantar más.
Por mucho que te vayas haciendo a la idea, por mucho que te lo cuenten o que lo hayas visto en otras familias, ese momento es como una puñalada en el corazón. La sensación que recorría mi cuerpo la describiría como 'desesperación silenciosa' al ver que esa vela en la que se ha convertido tu propia madre, se apagaba para siempre. Era una extraña mezcla de sentimientos, en parte alivio (la que menos); en parte pena (la que más).
Ya no habrá más natillas caseras, ya no habrá más llamadas los lunes y miércoles de camino al fútbol, ya no habrá más 'avisa cuando llegues', ya no habrá más bromas que secundar, ya no habrá más tortillas de patatas inigualables, ya no habrá más 'ten cuidaíco con tu tobillo'... ya no habrá más 'Bellica'. Ahora queda en mí, un niño de 37 años, un cierto sentimiento de responsabilidad. Responsabilidad por continuar el núcleo familiar que siempre nos enseñó, responsabilidad por cuidar de mi padre y mi tío, responsabilidad por hacer que nuestros hijos sean buenas personas y responsabilidad por hacer que desde allí arriba esté orgullosa de todo lo que hago.
Cada noche, sus nietos mandan un beso a la estrella que más brilla en el cielo, porque esa es su abuela Bella.
Hasta siempre, Bellica
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Lugar: Desembocadura del río Andarax, Almería.
Datos: ISO400,400mm, f7.1, 1/320 seg
]]>Lugar: Punta Entinas - Sabinar, Roquetas de Mar.
Datos: ISO100, 240mm, f13, 1/1250 seg
]]>Lugar: Observatorio de Calar Alto, Almería.
Datos: ISO100, 75mm, f29, 1/20 seg
]]>Lugar: Observatorio de Calar Alto, muy cerca de uno de los telescopios.
ISO200, 18mm, f10, 1/50 seg
]]>Lugar: cerca de Guadix, Granada
ISO400, 105mm, f6.3, 1/125 seg
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Lugar: cerca de Guadix, Granada
ISO200, 105mm, f22, 1 seg
]]>Lugar: Norte de Madrid.
Datos: ISO 100, 105mm, f3.8, 1/320 seg
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PD: si puedo, volveré una tercera vez.
Lugar: sur Islandia. Cascada de Seljalandsfoss.
Datos: ISO1600, 170mm, f5, 1/2000seg
Lugar: mi propia Playa del Zapillo, Almería
ISO100, 22mm, f25 y 1/3 seg
Lugar: Punta baja, Cabo de Gata
Datos: ISO100, 105mm, f8, 5seg
]]>algún lugar del parque Cabo de Gata - Nijar, cerca de "Las Amoladeras"
ISO100, 240mm, f13 y 1/200seg.
]]>Lugar: Punta Entinas - Sabinar, Roquetas de Mar
Datos: ISO 1000, 550mm, f11 y 1/250 seg
Lugar: Salinas de Cabo de Gata
Datos: ISO100, 116 mm, f22 y 1/13seg en una doble exposición en cámara con un único archivo RAW.
Lugar: cerca de Guadix, Granada
ISO100, 105mm, f3.3, 1/1600seg
Lugar: Almería
Datos: ISO160, 18mm, f8, 15seg
Lugar: Desierto de Tabernas
Datos: ISO250, 60mm, f8, 1/100seg
Este artículo no va sobre "running". No soy "runner", ni lo seré jamás. No por nada, sino porque eso de 'correr por correr' nunca ha ido con mi estilo.
Quien haya coincidido conmigo en alguno de los equipos de fútbol, fútbol-sala, baloncesto, voleibol, tenis, padel, etc... sabe que aquello de correr kilometros hacia delante era lo que peor llevaba. Mi faceta deportiva nunca me ha llevado por ese camino. Sin embargo, este post habla sobre una carrera.
Tampoco se trata de un artículo basado en la fotografía, aunque contenga algunas de las que pude tomar en plena carrera.
Este post habla sobre las experiencias que quedarán en tu memoria cuando pasen muchos, muchos años.
Resulta que hace muchos años coincidimos estudiando en Granada un buen grupo de chavales con el deporte como nexo de unión. Los años van pasando, terminamos los estudios, cada uno va haciendo su vida según puede o quiere, y pierdes el contacto con muchos de ellos. Pero hay otros que se mantienen , y quizás no sabes bien por qué. Este es el caso de Jose, y Juan. Gente que casi consideras de tu familia, sabes lo que te pueden dar y que los tienes ahí para todo lo que necesites. Jose siguió en Granada, con lo cual, era fácil verlo en cualquier visita a Granada.
Pues bien, en una de esas llamadas rutinarias para hablar con Juan, una noticia llega en forma de mazazo: "Edu, estoy enfermo, tengo cáncer". Hay tantas miles de personas que tienen que sufrir noticias de este calibre casi a diario, que quien lo haya sufrido debe saber el escalofrío que te recorre el cuerpo. No sabes ni qué decir, ni cómo ayudar, cada cuánto tiempo darle el coñazo para ver cómo está... Cada uno tiene su forma de llevarlo y sufrirlo, pero Juan fue (como casi siempre) un ejemplo.
Después de meses de lucha, tratamientos y miedos, otra llamada confirmó lo que todos esperábamos oír: "Estoy limpio!". Todo había salido bien y teníamos por delante trabajo que hacer. Había que retomar la vida de antes. Ahí es donde entra el recuerdo de Granada. Como casi siempre, tengo ideas y proyectos en la cabeza y le dije: "¿Somos capaces de prepararnos mental y físicamente para correr la Transvulcania?" (La Transvulcania es una de las carreras de montaña más duras del mundo, que tiene una versión "corta" de 25km para gente más limitada). Juan aceptó el reto y junté a Jose (que se apunta a correr donde sea) y a mi hermano (inseparable compañero de todas mis batallas) para formar el grupo de cuatro. Así pues, marcamos la fecha en el calendario, reservamos billetes y nos ponemos manos a la obra. Ahí es cuando aparece mi nueva faceta "runner".
Juntarnos los cuatro amigos después de varios años se convierte en sí mismo en un momento único. Pero si lo acompañas con un viaje a la maravillosa isla de La Palma (la tierra donde nació mi padre, donde tenemos una familia maravillosa y que hemos podido disfrutar durante años...), tenía visos de ser inolvidable. Yo, además, tenía en mente terminar un proyecto fotográfico que dejé a medias: un video/timelapse sobre el gran incendio que sufrió la isla el verano pasado. Cámaras y trípodes preparados, zapatillas en la maleta, y... a correr. Poder pisar las playas de arena negra, observar las infinitas plataneras, intuir la grandeza de La Caldera de Taburiente, admirar el mar de nubes bailando a tus pies desde el Roque de los muchachos...
Era la primera carrera de mi vida. Primera vez que recogía un dorsal y primera vez que me ponía las zapatillas y me ponía en la línea de salida. El objetivo era claro: llegar a la meta antes de las 6h y media que la organización marcó como límite y poder abrazarnos los cuatro para celebrarlo. Lo que yo no podía imaginar jamás era la dureza de la prueba. Un desnivel acumulado de 2726m para unas piernas noveles y con más de 100kg que transportar... podía hacerse muy duro. A pesar de prepararme unos meses antes con salidas de hasta 13 km corriendo, las cuestas fueron demasiado para mí. Confiaba en que la belleza del recorrido me empujara y diera un plus. El que haya corrido carreras de este tipo (o peores), pensará que soy un flojo o un exagerado, pero nada más lejos de la realidad. En el kilómetro 10'01 comienzan los verdaderos problemas: los calambres. Ni los estiramientos que realizo, ni la alimentación que llevo encima me alivian más de 200m seguidos... así que toca sufrir. Si algo siempre me caracterizó, deportivamente hablando, fue la entrega. Nunca fui el mejor en nada, pero sí el que más ganas le echó. Aquí no tuve más remedio que recurrir a eso. Me quedaban casi 15km, entre ellos la parte más dura de la prueba. Pero nunca fui de los que se rinden. Parando a cada rato, con los cuádriceps totalmente acalambrados, fui tirando hacia delante paso a paso como podía. La retirada no era una opción.
Aquí es donde entra una de los aspectos que más me marcó: el espíritu de una carrera de este tipo. La gente de La Palma se vuelca tanto en esta carrera, que logra ponerte la piel de gallina. Esa sensación de ver a familias completas en cualquier lugar del recorrido esperando para aplaudir a cada uno de los corredores, es maravillosa. Cuando pasé por Los Canarios, todo el pueblo debía estar en la calle animando. Cuando me tocó pasar por la calle principal, como si del Tour de Francia se tratara, la calle se estrechaba y todos comenzaron a aplaudir y a dar gritos de ánimo como locos. Cuando llegué a ese punto, pensé que venía por detrás algún corredor del lugar o alguien conocido para ellos. Pero miré hacia atrás y vi que venía yo sólo. ¡Esos ánimos eran para mí! Con los pelos de punta atravesé el pueblo sintiéndome como una versión engordada y acalambrada de Gebreselassie. La gente que te adelanta, también fatigada, te da ánimos, te ofrece bebida, alimento, geles... el compañerismo que allí pude ver fue extraordinario. Desde la muchacha que me ofreció réflex, hasta el muchacho que hizo toda la carrera con muletas e intentaba animarme... todos y cada uno me merecen un respeto y admiración enormes. Desde el primero que llegó hasta el que no pudo terminar. Nunca sabes la historia que lleva consigo cada persona.
Al final, reto superado por mi parte, con un ratito de margen con respecto al horario límite. Agotado, fundido, pero con la satisfacción de poder contar que allí estuvimos los cuatro amigos dándonos el abrazo deseado. Aunque Juan finalmente no pudo correr por problemas en la espalda, sé que sufrió y sintió esa carrera como si la hubiera vivido.
He de destacar también el maravilloso gesto que tuvo la organización de la Transvulcania cuando le comenté el caso que nos llevaba allí. Demostraron no sólo ser una de las mejores carreras del mundo, sino que está liderado por gente de gran corazón.
Concluyendo, la vida trata de vivir momentos y experiencias. Estos días en La Palma, viendo a la familia, con amigos, con la Transvulcania en las piernas, y con el material suficiente como para terminar mi video/timelapse 'Reborn', será una de esas experiencias que recordaré para siempre. Así que, Juan, Jose y Javier... gracias por hacerme vivir unos días tan maravillosos. Y gracias a nuestras sufridoras mujeres, que nos permitieron vivirlos tan intensamente.
REBORN (Isla de La Palma) from Edu Hernández de Haro on Vimeo.
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Cuando me escribieron de Aefona (Asociación Española de Fotógrafos de Naturaleza) para comunicarme que una de mis fotos sería portada de la revista digital Agenda Iris, me llenó de orgullo. Llevo mucho tiempo siguiendo esa publicación y conozco la categoría de los que allí publican. Gente como José Benito Ruiz o Juan Tapia fueron portadas recientemente, así que entra vértigo al ver que la número 17 llevará mi nombre inscrito.
Al ser una temática sobre geología, rápidamente se me vino a la mente las imágenes que tomé en el taller que hice en Riotinto (Huelva) con Javier Alonso Torre. La cantidad de recursos, formas y colores que ofrece el terreno onubense es realmente impresionante. De hecho, por cuestiones familiares, sólo pude disfrutar de dos localizaciones de las cuatro que Javier nos tenía preparadas. Una urgencia médica con mi hija pequeña me hizo tener que coger el coche rumbo a casa antes de tiempo. Si a eso sumamos que en el turno de mañana nos cayó una tromba de agua increíble, haciéndonos fotografiar con el chubasquero puesto y el paraguas en lo alto, podemos pensar que "ese no era el fin de semana adecuado".
Pero Riotinto es un lugar mágico. Cada metro cuadrado tiene un tesoro por descubrir, y lo que hace falta es "saber ver". Para eso resulta clave la figura de un fotógrafo experimentado como Javi. Él me dio sus sabios consejos sobre qué focal utilizar, cómo colocar el trípode, dónde mirar, cómo componer, cómo proteger la cámara del agua que caía...
La zona que visitamos por la tarde fue donde pude obtener la foto del "Guerrero Dormido". En un rincón escondido, bajo un puente que cruzaba el río, donde miles de rocas de colores ocupan la ribera. Hay tanto donde mirar, tantos detalles sobre las que pasar un rato, que se hace difícil encontrar la foto idónea.
Observé a Javier en una zona curiosa con el trípode colocado y su cámara apuntando directamente hacia el suelo. Me fui cerca de él y entonces pude ver una roca con muchos colores donde yo apreciaba claramente el perfil de una cara. Con el objetivo 18-105 tienes bastante juego para buscar una buena composición. Intenté dar aire a la zona derecha de la imagen, hacia donde mira "el guerrero". El mayor problema lo tuve a la hora de cuadrar lo que sería "el cuello", ya que la parte hacia la izquierda de la foto era muy distinta y afeaba el resultado. Así que finalmente puse el trípode, coloqué el filtro polarizador para potenciar los colores, y disparé a 38mm, f5'6, 1/125seg e ISO 320, obteniendo la foto que ha logrado mi primera (y espero que no sea la última) portada.
Cuando llegué a casa y ví que afortunadamente todo estaba bien, me quedó clara una sola cosa: VOLVERÉ A RIOTINTO
http://www.aefona.org/publicaciones-aefona/iris-agenda-lnh/
]]>A raíz del escándalo desatado entorno a la figura del archiconocido fotógrafo Steve McCurry, se reabre el debate sobre qué es fotografía, qué es fotomontaje, dónde está el límite, quién lo decide, etc...
En mi caso, prácticamente recién comenzado en el mundo de la fotografía, he pasado ya por varios escalones de los que trata el Maestro José Benito Ruiz en su último y fascinante libro. Resumiendo este proceso fotográfico, que debe ser común, se atraviesa una fase en la que queremos conseguir un dominio de Photoshop que nos permita hacer fotos como las que vemos por las Redes.
Yo lo hice. Compré un par de libros, e hice tres cursos con fotógrafos muy punteros en nuestro país y con una gran trayectoria internacional (que va a más), a los que respeto y admiro, tanto como personas como en su ámbito profesional. Pues bien, esos cursos, desde el fondo de mi ser, lejos de acercarme a las mieles de Photoshop, me alejaron. Y puede que definitivamente. No tengo tiempo, ni paciencia ni el don de hacer tantas cosas y tan espectaculares* como las que ellos realizan en cada fotografía.
* Nota: cuando digo espectaculares, me refiero a las cosas que se pueden hacer con un programa de ordenador; no al resultado obtenido, aunque en cierto modo también lo son.
Con esto no quiero decir que no respete estos procedimientos. Los respeto, pero simplemente no los comparto. En mi corta evolución como "fotógrafo", los concursos de fotografía me han provocado un ansia de crecer, mejorar e innovar para producir fotos que algún día me lleven a un "éxito" fotográfico prestigioso. Esto ha supuesto varios cambios en mis fotografías:
- Dominio de la cámara que antes no tenía. Y no me refiero a cambiar el tiempo de exposición y el ISO, sino a hacer experimentos que antes no consideraba como la clave alta, foto de fauna en movimiento, uso de vaselina, incluso doble exposición en cámara.
- No conformarme con cualquier cosa. Si al llegar a casa veo que una foto no es como yo esperaba, la elimino. No hago ni el intento de "salvarla" con los programas informáticos. Me he vuelto más exigente.
- Previsualizar la fotografía que quiero hacer. Eso es harto difícil, ya que las condiciones (meteorológicas, ambientales, personales...) casi nunca te permiten obtener lo que deseas pero el hecho de buscar un resultado concreto hace que, si no te llevas la foto, al menos te lleves la experiencia. Pongo un ejemplo: llevo varios meses intentando obtener una serie fotográfica de flamencos en su hábitat natural, pero de manera algo más artística. Fotos de flamencos hay millones mejores que las que yo pueda hacer (más bonitas, más nítidas, más cerca...), por eso intento buscar algo distinto a lo que he visto. Algo diferente, pero que me llene.
- Diferentes niveles de admiración: veo fotos publicadas en revistas o webs de prestigio, y la mayoría de ellas me despiertan una admiración muy pasajera, efímera... y cada vez más. Suelen ser fotos muy llamativas de lugares increíbles, pero no causan en mí un deseo de interpretarla y desmenuzarla. Sin embargo, eso sí ocurre cada vez que veo una galería ganadora de algún concurso de naturaleza donde sabemos que no hay trampa ni cartón. La fotografía es esa y ahí no cabe photoshop que valga (salvo lo más básico). Ahí es cuando mi mente comienza a analizar: cómo pudo obtenerse, a qué hora sería, qué exposición usó, tendría flash o no.. y sé que eso es lo que voy buscando y va completando mi aprendizaje.
Es curioso, por otro lado, que los pocos reconocimientos que hasta ahora he obtenido a nivel de concursos o publicaciones han sido en aquellos que se permite todo tipo de retoque fotográfico, lo cual me hace pensar dos cosas: 1) Los mejores fotógrafos no suelen participar en ese tipo de concursos, con lo cual es más fácil rascar algo; y 2) que debe tener algún mérito que mis fotografías (que no tienen más allá de los ajustes básicos de contraste, nitidez y saturación) consigan algún buen resultado ante tanta "espectacular" competencia. Es como ver el vaso medio lleno o medio vacío.
Para concluir, y retomando a McCurry, parece que el universo fotográfico se haya dividido en los "puristas" y "retoquistas", y no creo que deba ser así. Existen muchos tonos de gris y lo que cada uno debe hacer es ser feliz con lo que hace y buscarse metas para seguir mejorando, sea con el método que cada uno crea oportuno. Aunque eso sí, teniendo una cierta ética fotográfica y un mayor respeto por el que no piensa como tú.
]]>No sabría decir cuándo vi mi primer timelapse, pero cuantos más veo, más impactante me resulta esta técnica. Los hay de muchos tipos y lugares, pero algunos de la zona de Ibiza, otro de Navarra, los impresionantes timelapses de Islandia.... todos ellos me cautivaron por dentro.
Allá por el mes de Abril de 2015 vi un documental en TV sobre un deportista con una minusvalía importante. Me pareció fantástico. Un sinfín de "moralejas" te asediaban el cerebro. Y aquel vídeo terminaba con una canción que había escuchado mucho tiempo atrás, una canción emocionante por sí misma y por el contexto de aquel documental. Como esa chispa que surge al juntar dos cables, mi mente juntó aquella melodía llamada "To Build a Home" con la idea de hacer un timelapse de mi querida tierra.
HOME: Almería Landscapes from Edu Hernández de Haro on Vimeo.
Una vez que decidí que podía intentarlo, venían los problemas: ¿qué necesito?, ¿cómo se hace un timelapse?, ¿será suficiente con mi equipo?, ¿cuánto tiempo hará falta?, ¿quedará bien?. Lo que tenía absolutamente claro es que quería que se pareciera a los que vi y admiré, así que, si lo hacía, tenía que estar bien hecho. Gracias a Internet te das cuenta de que hay posibilidades infinitas para hacer cualquier cosa que uno se proponga. Así que di con una serie de videos donde hablaban de cómo tomar las secuencias de fotografías para luego hacerlas vídeo. Nada menos que unas 300 fotografías en cada sesión, para que luego (con suerte) te queden 10-12 segundos de vídeo.... Pufff, excesivo trabajo. Por mi trabajo, me es imposible fotografiar entre semana y los compromisos familiares me limitan a la hora de salir el fin de semana. Intenté hacerlo al menos una vez en semana, aunque no siempre fue posible. Esas primeras salidas las hice sin mucha esperanza con respecto al resultado y vi que estaban mejor de lo que esperaba. Pensé en las localizaciones que eran "obligatorias" del paisaje almeriense y en otras que podían tener su encanto, así que hice el planning para obtener unas 10.000 fotos que compondrían los 6:15 minutos de vídeo.
Amigos y conocidos me recomendaban lugares y rincones bellos algo más desconocidos donde grabar mis secuencias y así fui completando mi disco duro hasta tener material sustancioso. Pero ahora venía lo peor: la edición. Cuando me refiero a edición, no me refiero a pasar las fotos por photoshop y modificar su aspecto (porque es imposible hacerlo para 300 fotografías de cada sesión). Me refiero al hecho de pasarlas de la tarjeta sd al disco duro y de ahí al ordenador; y posteriormente juntarlas en un programa para ver cómo quedarían esos 10-15 segundos en formato vídeo. La decepción es terrible cuando ves que, aun dejando la cámara en las mismas condiciones foto tras foto, la luminosidad tiene pequeñas variaciones, que cuando lo ves en una secuencia de varios segundos, hace hasta daño a la vista y queda horrible. Es lo que los técnicos llaman "Flickr", algo así como "titileo" en español. Afortunadamente, está todo inventado y existe un programa llamado "LRTimelapse", que es una versión del Lightroom adaptada a los Timelapses. Como todo nuevo programa, se hace complicado, éste aún más porque no existe (hasta la fecha) un tutorial en español que te enseñe bien a usarlo. Afortunadamente, suelo ordenar mis fotografías en Lightroom y estoy acostumbrado a su funcionamiento, así que fue relativamente sencillo la adaptación a ambos.
Cuando tienes muuuuchas secuencias de 10-15 seg, llega el momento de montarlas en un programa de edición de vídeo. Al parecer, hay varias opciones (seguro que todas válidas), aunque a mi, la que me pareció más sencilla fue el Adobe Premiere. Pones tu canción en el editor... y vas acoplando tus secuencias al ritmo de la música. Es sencillo y bonito, pero un buen trabajo ahí marca la diferencia entre un buen timelapse y uno espectacular.
Conclusión: es un reto ilusionante, pero duro y difícil. Al que quiera comenzar a intentarlo, que sepa que la paciencia será la clave. Habrá cientos (o miles) de fotografías que finalmente no aparecerán en el video, así que se vuelve duro ver cómo tu tiempo, tu trabajo y los clics del obturador se tiran a la papelera... pero es así... al menos en mi caso. Eso sí, si al final el resultado que obtienes es de tu gusto, sabe doblemente mejor. Y si encima la gente que lo ve por las redes sociales te felicita por ello, el trabajo habrá merecido la pena.
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Poco a poco la fotografía ha ido ganando terreno en mi vida hasta llegar a ocupar casi todo mi tiempo libre. Y me temo que es un proceso irreversible. Una vez que caes en las redes de esta maravillosa afición, no hay un sólo día en que no piense en las fotografías que podría llegar a hacer. Miras al cielo, valoras las nubes, ves la gente paseando, los niños sonriendo... todo adquiere un valor que antes no tenía.
Para mí, en este momento de mi vida, la fotografía es la vía de escape perfecta. Tengo la suerte de poder disfrutar de la mejor familia del mundo. Y si además, consigo ese ratito para ir a fotografiar la costa almeriense, trípode en mano, sientiendo la brisa en la cara y el agua en mis pies, todo se torna perfecto. Lo de conseguir buenas fotos o no, es lo de menos.
Sé que, como todo en la vida, el hacer buenas fotos en un proceso. Tienes que pasar por fases con imágenes desenfocadas, movidas, malos encuadres, excesivamente oscuras, otras que no trasmiten nada... Me encuentro enmedio todas ellas. Pero sé que cuantas más veces me equivoque ahora, más cerca estaré de conseguir esas tomas que perduren para siempre en este pequeño rincón de mi vida. Espero que quien lea esto, entienda que cada fotografía que aquí aparece, no es sólo hacer click en la cámara, sino que detrás hay una preparación, la ilusión de poder vivir ese momento, disfrutar de ese atardecer y sentir como la vida te permite disfrutar un día más cerca de los tuyos.
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